"Live from the heart of yourself. Seek to be whole, not perfect. - Oprah Winfrey"
Acá
estoy nuevamente, sin importar la hora y el lugar donde me encuentro. En
realidad, no he estado al tanto del tiempo desde que mis ojos despertaron para
recibir este nuevo día. Sin embargo, hoy ha sido algo distinto a
otros tantos, pues me he dispuesto escribirles luego de reflexionar y hacerme
la pregunta de cuánto pesan mis compromisos.
Han pasado por mi cabeza muchos y a la
vez tan pocos pensamientos acerca de este tema y comienzo diciendo que la
palabra compromiso es tal vez una palabra más para algunos, para otros resulta
muy sería y para otros tantos ni mucho ni poco. En mi caso, la palabra
“compromiso” ha sido y es todo un reto enfrentarla, asumirla y cumplirla,
particularmente tomó muy en serio mis compromisos, no importa cuán grande o
pequeño es el compromiso para otros, para mí no hay tamaños, sólo existe el
compromiso y su cumplimiento. Así que acá voy, rumbo a descubrir y responderme
a mí misma aquella pregunta con la cual titule este escrito y tal vez
motivarles a ustedes a sacar sus propias conclusiones acerca de sus
compromisos.
He aceptado diversos retos en mi vida, por
lo que al mismo tiempo de aceptarlos, los he incluido en mi lista de
compromisos, llevándolos a cabo de la mejor manera que según yo, mi persona
puede.
Entre muchos de mis compromisos el primero
en la lista está el de ser madre, esa fue una decisión que aunque tuve mis
contratiempos mentales para convencerme que más que ser una madre perfecta al
no querer ser criticada o señalada por mis futuros hijos, debía ser simplemente
una mamá. Así, que cuando asumí el concepto de ser madre en aquel momento,
decidí que podía embarazarme y asumir mi compromiso. A Dios gracias tomé
esa linda decisión, que me ha permitido disfrutar a mí querido hijo Gabriel.
Ahora bien, si fue cierto que el compromiso de ser madre para mi significaba
algo serio; lo fue un tanto más, cuando por alguna circunstancia me convertí en
la única imagen diaria de la cual mi hijo Gabriel podía aprender, esa única que
debía cuidar cada pasó para formar un futuro hombre que se sirva a sí mismo, a
su familia y a la sociedad que le rodea; entonces, fue allí que el compromiso
pasó a ser más exigente. Es claro, que no he intentado convertirme
conscientemente en madre y padre al mismo tiempo, porque finalmente en mi
opinión yo soy para mi hijo lo que Dios destinó fuese, una mamá, con
un extra más de compromiso que el originalmente planificado es cierto, pero al
fin y al cabo una madre. Ahora bien, debo decir que el hecho de sumarle a
mi compromiso ese extra no lo ha hecho imposible de lograr, tampoco pesado,
pero si tengo que decir que a partir de allí me volví más exigente conmigo
misma, lo que en algunas ocasiones ha hecho que no sea muy condescendiente
conmigo, que no sea capaz de librarme por 5 minutos, como si estuviese
jugando aquel juego que me divertía tanto jugar con mis primos, el cual
llamábamos "eres o la loca" alguien contaba y luego quien
contaba se encargaba de buscar a los otros, si en el camino de encontrarte
ganaba el contador tú quedabas en su lugar y así sucesivamente, en
ese juego se disfrutaba en cualquier posición y ahora veo cuanto sentido tenía
el intercambiar posiciones, es que realmente en mi caso, en ocasiones llego a
agotarme más de lo que correspondiese porque no tengo otro, no que sustituya mi
papel de madre, no un igual a mí, sino simplemente un otro. Sin embargo, el
dilema principal de todo esto, no es siquiera la no existencia de otro, el
verdadero dilema, y es acá donde comienza a tomar sentido la respuesta a
mi pregunta inicial, es que he asumido por mí misma un extra compromiso, que me
ha convertido y exigido más de mi misma, de no permitir
que mi persona se perdoné fácilmente cuando se equívoca, de no
permitirme un respiro para oxigenarme en ocasiones, tampoco de darme tiempo
para felicitarme a mí misma por mis logros propios y los de mi hijo, porque es
tan cierto que los logros de Gabriel son tanto de él, por su constancia y persistencia, como míos,
por acompañarle, asesorarle y guiarle; y cuando se ha tratado de errores o
malas decisiones los he venido enfrentando sin liberarme de la culpa que pude
haber hecho mejor.
Me atrevo a confesar, que no
le he permitido a mi yo interno que sea simplemente Duvraska, solo le me he
permitido ser lo que debo ser porque tengo un compromiso y porque así es como
he creído tiene que ser. Entonces, hasta donde pesa el compromiso mismo, si no me
doy permiso para ser yo misma? Si por una razón u otra me convertí en una
persona solo para pedir y exigir sin piedad cada día más a mi misma.
Finalmente, solo queda reconocerles
que mi peso es el peso de mi propia persona, no el de mis compromisos.
Aquel peso que solo yo puedo aliviar, aquel
que solo puedo permitir y parar, llorar o reír, concediendo espacios para entristecer
y alegrarme, culparme y perdonarme. Solo yo, le doy peso a mis compromisos y
pensamientos y solo yo, puedo decidir no ser tan dura conmigo misma, porque soy
humana, porque Duvraska requiere sentirse feliz al final del camino y ver con alegría
todas y cada una de sus experiencias; así que hoy me reconozco ante mi misma más
calmada y más crecida agradeciéndole a Duvraska su compañía, y
pedirle perdón por tratarle tan duramente , tendiéndole mis manos para hacerle
saber que estaré acompañándole, escuchándole y guiándole.
No quisiera despedir este escrito, antes
de enfatizarle a mi hijo Gabriel que él ha sido el regalo más hermoso que jamás allá recibido y
que aunque se lo digo y demuestro a cada instante, es importante que cuando
llegue a leer este escrito al igual que ustedes pueda comprender dentro de lo
que su edad le permita, que nosotros los humanos, en especial los adultos, por
circunstancias de la vida cometemos el error de actuar radicalmente ante
nuestra propia persona, no sabiendo que al final del camino reconocer que nos
merecemos nuestra propia aprobación primero antes que cualquier crítica o
castigo, es un aprendizaje que tal vez deba el vivir bajo otras circunstancias
muy distintas a las mías y en el momento que así Dios se lo tenga dispuesto. Y por
sobre todas las cosas reiterarle que ser su madre ha sido, es y será siempre un
placer y orgullo para mí.
Tú, mi estimado lector, hasta qué punto
te permites ser tú mismo? Hasta donde puedes librarte y pasar el testigo a
otro? o sencillamente, hasta donde puedes tú mismo llegar a exigirte
exactamente hasta donde tu cuerpo da para mantenerlo sano desde cualquier punto
de vista? y hasta donde llegarías a reconocerte a ti mismo, para que tu yo
interno sepa que más que criticarlo o juzgarlo, estas allí para acompañarle,
protegerle, y guiarle. Dándote la oportunidad de aceptarte y quererte con tus
errores y con tus virtudes y de celebrar contigo mismo cada paso, sin importar
cuán grande o pequeño sea. “Viviendo tu día escuchando tu corazón, buscando ser un todo, sin ser
perfecto" tal y como Oprah Winfrey menciona en uno de sus pensamientos.
Hasta el próximo sueño…