“A mis espaldas, el vacío. Frente a mí, todo aquello que logro divisar es incierto” D.M.
Acá estoy observando, recordando y viviendo. Junto a mí, una incógnita. No está vacío y tampoco completamente lleno. Lo que ya no está, dicen no hace falta. Lo que vendrá, es lo que realmente es importante; sin embargo, en este instante es diferente. El aire frio y a la vez espeso tensa mis pensamientos trayendo consigo tristeza y melancolía por momentos de sonrisas compartidas, lugares visitados, por instantes que fluctuaron emociones en todo mi ser, por aquello que se percibía derecho y finalizo tortuoso y hasta por aquello que desde el inicio se mostraba retorcido y culmino en espirales de vivencias excitantes. Momentos en los que un ladrido era un todo, un refugio que sin lugar a dudas me mantenía segura, alerta y amada al mismo tiempo. Ya sé, algunos de ustedes estará preguntándose o diciéndose a sí mismo “ –Que es esto de un ladrido? ” otros tal vez dirán - Duvraska, tenía algún tiempo sin enviarnos sus escritos y ahora viene con un ladrido, umumummm ya se volvió a fumar su lumpia. Jajajaja bueno digámosle mis extrañados lectores y tal vez sí fue así. Y es que los recuerdos que vienen a mí en estos instantes son totalmente perrunos. Es que desde mi punto de vista, creo que todos llevamos un instinto animal con nosotros. Por otra parte, entiendo que la gran mayoría conocemos algunas cosas acerca de perros, entonces que mejor ejemplo para caracterizar la melancolía que este mágico lugar en el que me encuentro me ha regalado, trasportándome a hermosos recuerdos con mi amado “Tazmania”. Tazmania fue un fastuoso episodio de mi vida, el represento alegría, ternura -con todo y el nombre que llevaba- jajajaja, respeto, agradecimiento, tristeza, dolor, es que él representaba en sí mismo la vida. Con su pose de reinado blancuzco, el enfrentaba cuanto tuviese frente a él, cambiando constantemente y sin medida alguna su humor. El era yo y yo era el, no había nadie mejor que nosotros dos para saber lo que cada uno estaba sintiendo y necesitando, ambos éramos sinceros con nosotros mismos y en nuestro espacio entregábamos silencios, juegos y por sobre todas las cosas, aquello que ambos más preciábamos el uno del otro “compañía solidaria ante nuestros más grandes temores” eso y más éramos mi Tazmania y yo. Hoy debo confesarles que sin duda yo sigo llevándolo conmigo, cuando en especie de ladrido encarno algunas mañanas su inigualable alegría agradeciéndole a la vida por permitirme vivirla y compartirla con aquellos que más quiero y aprecio, cuando en forma de chillidos, extraño a aquellos que hoy no están a mi lado y entre muchos “el” porque por alguna razón la vida así lo decidió, cuando entre gruñidos y ladridos, me defiendo de aquellos que imagino que sin querer queriendo pueden herirme. Cuando entre quejidos, pido a gritos un abrazo y un te quiero. Cuando incorporo su astucia para moverme de un sitio a otro como un verdadero Tazmania, cuando recuerdo uno de sus más grandiosos dones y en un silencio profundo me convierto en mi propio guardián introspectivo. Mi querido Tazmania este escrito es para ti, que aunque ya no estas a mi lado sigo extrañando tu amor incondicional y tu sabiduría de cómo enfrentar el mundo, porque fui feliz a tu lado y porque generosamente te retiraste y diste paso a un ángel que hoy me acompaña en tu lugar, obsequiándole tu espacio y sabiduría. “Porque quien se fue, si hace falta y quien llegara es la principal razón para continuar el camino”
Tal vez tu mi querido lector tendrás un Tazmania en ti mismo, uno que estuvo contigo y al hacer su retirada dejo en ti un sinfín de recuerdos y admirables aprendizajes. Te invito a compartir con ese, tu Tazmania, unos minutos de agradecimiento y hacerle saber lo maravilloso que fue compartir momentos a su lado – buenos y no tan buenos- eso es lo de menos lo mejor de todo es eso que sembró en ti y que hoy día te hace ser mejor persona, mejor humano.
Mi Tazmania que Dios te bendiga por tu generosidad e incondicionalidad.
Hasta el próximo sueño…